Óscar Alirio Vahos Jiménez, creador e investigador lúdico

Un gran hombre

Las pasiones vitales en el trasegar del maestro Óscar Alirio Vahos Jiménez por las diversas regiones de Colombia fueron la lúdica tradicional infantil, en estrecha relación con la danza, la música y el teatro.

Más de tres décadas de la vida de este creador e investigador transcurrieron en tal ámbito artístico, cuyo aporte cultural es de gran importancia para el patrimonio cultural inmaterial de nuestro país.

Nace en Barbosa (Antioquia), el 17 de septiembre de 1945, municipio localizado en el extremo norte del Valle de Aburrá y del Área Metropolitana, sobre la margen derecha del río Medellín en una estribación de la cordillera de los Andes. Permanece allí hasta los siete años en esta “Tierra de la Piña» o «Distrito dulce con sabor a piña», importante fruta en la economía de la población, donde cada año se celebra la Fiesta de la Piña.

Óscar es el cuarto hermano de 16 hijos del matrimonio de Gilma Jiménez Patiño y Bernardo Vahos Henao. Su padre tiene la oportunidad de vincularse laboralmente en el Municipio de Medellín; por lo tanto, toda la familia se traslada a la capital de Antioquia.

La infancia de Óscar y sus hermanos transcurre en medio de las vicisitudes propias de una familia numerosa que depende del salario de un empleado estatal. Los estudios primarios los realiza en la escuela Carlos Upegui, del barrio Campo Valdés. Y la secundaria, simplemente se insinuó; no llegó a realizarla por falta de estímulo.

La infancia de Óscar transcurre entre pequeños oficios y carros de rodillos, en los cuales se desgajaba vertiginoso por las calles, carreras y laderas de los barrios Manrique y Aranjuez, en Medellín. En más de una ocasión, terminó engarzado entre alambres de púas, con varias contusiones.

Su hermana Rosalba recuerda que “para tirar cauchera y  jugar bolas, a poquitos que le ganaban”.  Se movía entre juegos de perinolas, cometas y juguetes inventados por él; más en los ruidosos y alegres paseos familiares y de cuadra barrial.

En las calurosas fiestas navideñas, elaboraba los muñecos del pesebre y pintaba la decoración requerida; jugaba a los aguinaldos con la familia y con los vecinos: “hablar y no contestar”, “pajita en boca”, “dar y no recibir”.

Definitivamente, no le gustaba estudiar en el mundo de la formalidad académica de aquellos años. Y no hubo entre sus maestros quién advirtiera sus potencialidades artísticas para que lo estimulara a continuar. Además, capacitarse no tenía la misma importancia que hoy, como coinciden en afirmar sus hermanos al recordarlo.

Garabateaba, de manera incesante, en cuanto papel tenía a la mano, dejando entrever su inclinación por el dibujo y la pintura. Al no incorporarse específicamente a la educación formal, ingresa al Instituto de Bellas Artes entre 1960 y 1962, con el sistema de becas que tenía el Municipio de Medellín para los hijos de los trabajadores.

Allí permanece algún tiempo en el cual hizo importantes progresos en materia de pintura, a la vez que empieza a relacionarse con personas del medio artístico. Esta afición pictórica la utilizó durante la prestación del servicio militar entre 1964 y 1966: en ocasiones pintaba cuadros para los oficiales; así se granjeó  cierta simpatía entre ellos.

El ingreso al mundo del arte se debió a su hermano mayor, Bernardo, quien estaba vinculado al Instituto Popular de Cultura, del Municipio de Medellín. “Llegó la época de transición entre lo que él era como joven y lo que quería ser en el  futuro”, afirma Bernardo.

El aprendizaje en materia de danza lo replicaba a otros tres hermanos, entre ellos a Óscar, los fines de semana en la casa. El trabajo fundamental canalizó la experiencia adquirida, posteriormente, siempre de la mano de sus estudiantes y colegas, quienes creyeron en sus propuestas estéticas y en el mundo de la creación para los niños y las niñas. La pasión por el arte y la lúdica se vuelve en una de las razones vitales de Óscar Vahos.

Cuando Óscar regresó del Ejército, su papá le regaló una bicicleta, la cual le sirvió para desempeñar algunos empleos, que no le duraron mucho tiempo, como ser mensajero en la Farmacia Pasteur para llevar medicamentos a domicilio; también en Flamingo y Almacenes Asociados para entregar electrodomésticos.

Por insinuación de la mamá, doña Gilma, quien se mostraba preocupada porque el muchacho no tenía oficio definido, es invitado a integrar, a partir de 1967, el Grupo de Danzas que existía en el Instituto Popular de Cultura (IPC), el cual tuvo un reconocimiento importante en un festival folclórico de Ibagué.

Durante la década de 1970, Óscar decide incursionar ya como maestro de danzas. Por estos años, existía una política de las principales industrias de Medellín y del Valle de Aburrá, de abrir grupos de danza y de música para los trabajadores.

Tal vez las empresas Tejicóndor y Fabricato fueron las primeras en propiciar estos espacios inscritos en la corriente de lo folclórico que, en Medellín, tenía antecedentes desde 1930, con obras como las de Antonio José Restrepo, Gregorio Gutiérrez González y Tomás Carrasquilla, entre otros.

Esta corriente fue estimulada en los períodos de los gobiernos liberales, a través de una inicial política cultural en Colombia entre 1935 y 1942, que esbozaron problemas relacionados con la nacionalidad colombiana y la identidad. Años más tarde, desde una óptica y orientación conservadora, dichos enfoques pasaron a considerarse como elementos de una tradición que había que mantener a ultranza y que no debían sufrir modificaciones y menoscabo.

En este contexto, Óscar Vahos se fue abriendo paso como maestro de danza en la fábrica de objetos de plástico y aluminio IMUSA, en Copacabana, donde creó uno de los primeros grupos en los que fue director. Con este grupo, empezó a diseñar una metodología de trabajo para la enseñanza de la danza folclórica.

Básicamente, se incursionaba en áreas relacionadas con el aprestamiento físico del bailarín, apoyado tanto en la técnica de la danza clásica como en elementos extraídos de la estructura de la danza folclórica para diseñar gimnasias, expresiones corporales y desarrollos coreográficos.

Del teatro, retomó la técnica de la improvisación para estimular la capacidad actoral del bailarían, la cual encajó en los montajes coreográficos. Con dicho grupo, también se definió la creación de otro musical que acompañara la danza; en algunas ocasiones, el maestro Argemiro García, de Copacabana, participó con entusiasmo.

Desde la dirección del  grupo  “Las Danzas de Imusa”, como se le decía, Óscar Vahos comprendió que el papel de un grupo de esta naturaleza no se podía circunscribir solamente al montaje de danzas sueltas. Ya se planteaba la necesidad de crear obras con un guion definido, en las que había que realizar investigaciones de diversa índole para poder producir, con éxito, lo que se planteaba.

Uno de esos primeros trabajos fue el tema relacionado con la esclavitud minera que existió en Colombia hasta mediados del siglo XIX, teniendo como fondo y referente la canción A la Mina, canto tradicional del litoral Pacífico gestado entre 1820 y 1848, tema que hizo famoso la cantante afrocolombiana, Leonor González Mina.

En 1972, la realización del polémico Concurso Folklórico Nacional, promovido por la empresa Polímeros Colombianos, abre a la percepción de Óscar el abanico de la diversidad regional colombiana.  Desde entonces, comprendió la necesidad de incursionar en este país de regiones, de ‘países’, del cual más tarde bebió con intensidad y entrega, gracias a la generosidad de múltiples amigos y colegas, a lo largo y ancho de Colombia.

Este factor y muchas otras circunstancias crearon alrededor de lo folclórico un gran activismo y fuertes debates sobre diferentes ideas como, por ejemplo, la “cultura popular”. Algunos de esos debates y enfoques trascendieron, tal es el caso de Medellín, en la década de los 80.

En este ambiente dancístico y lúdico, conoció a los hermanos Marta y Jairo Herrón, a Miguel Ángel Cuenca, Alberto Londoño, Jesús Mejía Ossa, Carlos y Antonio Tapias, entre otros, quienes, después, fueron los artífices de la existencia de la Escuela Popular de Arte (EPA), y sus compañeros de labores y de polémicas.

Paralelo a este proceso, también se acercó por estos años a la danza clásica, con el maestro ruso y director del Ballet Kiril Pikieris (en Bogotá), de quien recogió aspectos técnicos, de disciplina y de información bibliográfica sobre el tema, lo cual después aprovechó cuando encaró la dirección de grupos.

En el IPC, incursionó también, fuera de la danza, en el área de la música, flauta, percusión, y teatro. Su participación en este grupo, termina en 1972cuando es formalizada como tal la Escuela Popular de Arte (EPA).

Es en 1974 cuando propiamente se formaliza su pertenencia a la EPA, como maestro de danza.  En esta entidad, desarrolló su trabajo fundamental, canalizó la experiencia que había adquirido tras la incursión en el mundo de la creación, siempre de la mano de sus alumnos y de los colegas que creyeron en sus polémicas propuestas estéticas.

Dentro de la dinámica de la EPA, Óscar Vahos contribuyó con sus compañeros de trabajo a definir el programa de formación en danza que se ofrecía a los estudiantes. Estimuló la actitud hacía la investigación y, más tarde, participó en la creación del Departamento de Investigaciones.

Al afrontar de manera permanente estos retos, Óscar incursiona en la literatura producida en aquellos años sobre danza clásica y folclórica, tanto europea como latinoamericana, y sobre asuntos relacionados con la historia y otras disciplinas. De esa manera, más la constante polémica con sus colegas, va formando un cuerpo de criterios para enfocar la problemática danzaria.

Si antes se dijo que Óscar no había incursionado en la educación formal; desde este momento asumió la tarea de autocapacitarse, de ser autodidacto en los temas que a él le interesaban. Como maestro, Óscar trabajó en la Universidad de Medellín y en el Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid.

 Por estos mismos años, se acerca al problema de la investigación en el área de la danza y la música en el Norte del Valle de Aburrá.  Acude al testimonio oral y recopila, siempre en compañía de sus alumnos, elementos de expresiones como Los Gallinacitos, las Vueltas Antioqueñas, el Sainete y demás formas de una cultura sonora y de representación que ya mostraba evidentes signos de decadencia en aquellos años.

En 1973, decide organizar su vida familiar y contrae matrimonio con Luz Marina Jaramillo Arboleda, historiadora de la Universidad de Antioquia, vinculada al Archivo Histórico de Medellín. De esta unión, en 1974 nace su hijo Ernesto Alejandro Vahos Jaramillo, hoy artista plástico y digital.

Fueron inquietos e intrépidos compañeros de viaje en las andanzas investigativas sobre juegos infantiles, danzas, música, carnavales y folclor.  Regiones visitadas: Caribe, Pacífica, Llanos y Andina, en tiempo de vacaciones, puentes festivos y permisos especiales.

Aparte del gran número de personas, mujeres y hombres, que rodearon a OV durante su vida, la cámara fotográfica, la cámara de video, la grabadora, la libreta de apuntes y la computadora también fueron testigos fieles de su trasegar por Colombia.

Desde 1975, empieza a incursionar en distintos eventos o festivales por toda Colombia, organizados por el Instituto Colombiano de Cultura (ya desaparecido) en diversas regiones: Pacífico (Cali y Buenaventura), Andina (Ibagué, Festival del Torbellino y la Guabina, en Vélez, Santander, en Manizales), Llano (Villavicencio), entre otros, con transmisiones en televisión por Señal Colombia.

Y desde 1978, se inicia la continua visita a tres carnavales colombianos: Carnaval del Diablo, en Riosucio; Carnaval de Negros y Blancos, en Pasto; y Carnaval de Barranquilla.

De todo este periplo se fueron dejando registros escritos, grabaciones en casetes de audio y de video, también fotografía.  Con este registro visual en color, en formato análogo, Óscar dio a conocer su alta sensibilidad artística, siendo una de sus facetas más productivas.

Este cúmulo de información fue el que ilustró y complementó, de manera definitiva, todo el bagaje teórico-práctico que se les brindó a los alumnos de la EPA en estos años. Todo este material sonoro, visual y audiovisual clasificado reposa en el Archivo de la Corporación Cultural Canchimalos.

Entre 1976 y 1978, participó con María Eugenia Londoño, Alberto Cadavid, Nena Bravo, Jesús Mejía y Darío Rojas en la creación de un grupo de investigación denominado Centro de Investigación de las Tradiciones Populares (Cintrapos). Se efectuó un primer acercamiento al Rajaleña Huilense y al Sainete, en el Norte del Valle de Aburrá y en el barrio San Javier la Loma, en Medellín.

La efímera existencia de Cintrapos dio paso a la formación del Centro de Estudios Folklóricos (CEF) conformado por estudiantes y profesores de la EPA,  algunos de los cuales integraron luego el Departamento de Investigaciones de esta institución.

De estas incursiones, surgió la creación de la cátedra Lúdica Infantil Tradicional (LIT), como a Óscar le gustaba llamarla, la cual se dictaba durante un semestre para complementar la formación de los alumnos de la EPA, como futuros maestros.

El interés por lo lúdico, especialmente los juegos relacionados con la música y la danza, clasificados por Óscar Vahos como predancísticos, premusicales y preteatrales, ya venía desde 1975, en  conversaciones informales con distintas personas y por la literatura ya existente como Los Talleres de la Infancia, del maestro Euclides Jaramillo Arango (1980), del Quindío.

Una oportunidad especial tuvo el maestro Vahos de observar y recopilar juegos de toda Colombia, en 1980, cuando se realizó en Armero, Tolima, el Festival Nacional de Rondas Infantiles. Por estos mismos años, visitó varios municipios de la Provincia de García Rovira, en Santander del Sur, donde se acopiaron numerosos juegos, cantos y formas del torbellino santandereano.

Ya desde 1977 había iniciado una recopilación incesante y sistemática, en la cual, entre otras personas y grupos, jugó un papel importante Anita Hernández Montaño, cantaora y bailadora natural de Guapi (Cauca), residente en Buenaventura.

De ella, Óscar aprendió un sinnúmero de cantos, cuentos, rondas, danzas, conteos, adivinanzas, coplerío y trabalenguas de la costa sur del Pacifico colombiano, los cuales alimentaron las obras que interpretaron sus alumnos y, posteriormente, sus libros. Investigar como método para crear.

La recopilación de juegos se extendió por todos los lugares adonde Óscar iba. De manera especial, en los numerosos talleres que impartió a maestros de diferentes ciudades colombianas, en donde cada grupo le aportaba su cuota a manera de intercambio con los que él ya se sabía de memoria.

Años después incursionó en los juegos callejeros de la ciudad de Medellín, en donde, sin duda, todos sus alumnos de la cátedra LIT participaron como recolectores de este valioso patrimonio cultural inmaterial. Con esta recolección, diseñó formatos en Fichas  para clasificar los juegos, las cuales incluían información que especificaba la utilidad del juego desde el campo pedagógico hasta el artístico.

Fue también su preocupación el tema de los juegos electrónicos que atrapan, sin miramientos, a grandes y a chicos. Le preocupaba la alienación que generan, pero también advertía su utilidad y posibilidades pedagógicas.

Inmerso en este ámbito de lo lúdico, creó juegos como El Zafarrancho, A quién no le gusta jugar, Cuando Colón, Meta la patica…

Entre 1976-1977, se evidencia en la EPA la necesidad de tener un grupo de proyección artística de música y danza, que pudiera representar a la institución en diversos certámenes. Planteado el problema y vistas las salidas, se crea lo que inicialmente va a llamarse el Grupo de Proyección.

Por la misma época, alumnos avanzados del área de música conformaron una agrupación musical con el fin de estudiar, cantar y difundir las músicas de las diferentes regiones colombianas. Los integrantes iniciales fueron Gustavo López, Carlos Mario Jaramillo, Adolfo y Dora Zapata, Iván Darío Correa y Óscar Vahos.  Poco después se sumarían Luz Mery Marín, Ludys Agudelo y Luz Marina Jaramillo.

Se escoge el nombre de Canchimalos, en honor y en recuerdo a un maestro negro de la Costa del Pacífico, Teófilo Potes, quien había tenido en el puerto de Buenaventura una agrupación juvenil con este nombre, con la cual había desarrollado una importante labor con la gama de la música  negra del Pacífico.

El Canchimalo, además, era definido por los habitantes del puerto como un pececillo, aparentemente sin importancia, de tamaño poco significativo, pero que poseía una filuda puya en su lomo.  Al ser tragado por otro pez de mayor tamaño, el canchimalo lo acosa en la boca con su puya hasta que lo obliga a devolverlo al agua.

Esta analogía sirvió de fundamento filosófico, para crear una agrupación que pretendía ‘rascarle’ las entrañas a nuestra complicada época, que descorriera el velo de ocultas sensibilidades propiciadoras de vida, de hermandad, de paz y de satisfacción personal.

La dirección del grupo de proyección dancística fue asumida por el maestro Óscar Vahos Jiménez.  Desde ahí, empieza a consolidarse lo que él entendía por una agrupación con las anteriores características.

La necesidad de un acompañamiento musical se evidencia de inmediato. La solución está a la mano: el recién creado Canchimalos pasa a engrosar dichas filas y ahí comienza el proceso que luego desembocó en la Corporación Cultural Canchimalos de hoy.

En el contexto de la EPA, ya unidos los dos grupos -Proyección y Canchimalos- se retoma el ámbito de las primeras investigaciones realizadas por  CINTRAPOS, en el Norte del Valle de Aburrá, y las indagaciones personales que Óscar hacía siempre que tenía la oportunidad.

Es así como entre 1983 y 1984 comienza un acercamiento intenso a distintos grupos y personas de los municipios de Copacabana, Girardota y Barbosa, en donde existía todavía una memoria importante sobre diferentes expresiones de músicas, sainete y danzas paisas.

Fue también un retorno de Óscar, investigador, creativo, a la tierra que lo había visto nacer, para realizar intercambios culturales y étnicos con la familia de su abuelo Juan de Dios Jiménez: el bagaje de herencias africanas y mestizas, que caracterizaron a esta familia.

La búsqueda arrojó un conjunto de expresiones estéticas inscritas en una sociedad urbano-campesina influenciada ya por el sino de la sociedad industrial y de consumo: pasillos, cañas, vueltas, redovas, entre otros.

Esta dinámica insinuó a comunidades como la de San Andrés, en Girardota, en cabeza de las familias Cadavid, García, Cañas y otros.  El retomar parte de su propia historia musical y dancística, los condujo a la formación de sus agrupaciones que complementaban la actividad cultural que, de tiempo atrás, se realizaba en torno al sainete, en las Fiestas de la danza y el sainete.

En este contexto, se observaron contrastes relacionados con la interpretación tanto en lo musical como en la danza. De hecho, existía casi una gramática ‘negra’ y otra ‘blanca’ para interpretar los mismos textos músico-dancísticos. De allí, se extrajo la compleja expresión El Gallinacito, quizás una de las que alcanzó algún desarrollo musical y danzario, desde el seno de los propios portadores, en el espacio territorial del Norte del Valle de Aburrá.

Paralelo a estos trabajos, los músicos canchimalos, con el maestro Óscar a la cabeza, incursionaron en el complejo sonero del Bullerengue de Arboletes. Este espacio les posibilitó para acercarse a los formatos de los cantos y danzas de herencia africana, con cuyos grupos se realizaron intercambios artísticos y pedagógicos tanto en la EPA como en Medellín.

A mediados de los años 80, las relaciones entre músicos y danzantes con la dirección de la EPA, se fueron deteriorando. Por múltiples circunstancias, el afianzamiento del trabajo musical y dancístico no era bien visto y se respiraba un ambiente caldeado. La dirección institucional, a través de una política poco clara, contribuyó al no fortalecimiento del proyecto artístico y a la división entre los estamentos. Tal problemática llevó a tomar la determinación de salir del marco de lo oficial.

Se tornó, entonces, en una agrupación independiente denominada “Coreomusical Canchimalos”. Desde este momento, comenzó el trasegar por diferentes lugares de la ciudad buscando sedes dónde trabajar. Entre éstas estuvieron: la residencia de la familia de Óscar Vahos, el Aeropuerto Olaya Herrera y varias Acciones Comunales como las de los barrios Alfonso López y Castilla, entre otras.

A pesar de las dificultades, la perspectiva de una vida independiente, sin la presión a la que se ya se ha aludido, marcó la ruta hacia una agrupación que marcara su propio sello y estilo en la interpretación de las obras que proponía.

Es en estos años cuando Óscar define dedicar un porcentaje muy alto de su tiempo al análisis de la gama de juegos tradicionales, urbanos y rurales que había recopilado y de los nuevos que seguía acopiando.

Se produce la primera grabación en acetato denominada Juega Colombia, acompañada de una cartilla explicativa, con la directa participación de los músicos canchimalos fundadores. De manera paralela, se definen las obras denominadas “lúdicas” que, en un principio, no tenían nombre; simplemente se numeraban. En éstas participaron bailarines como Gloria y Mery Castañeda, Lauren Cevallos, Marta Ligia López de Mesa, Carlos Arturo Gómez, Edgar Marulanda y Egidio Cárdenas, entre muchos otros.

Parte de los repertorios de estos años fueron, por igual, del espectro de músicas y danzas del Norte del Valle de Aburrá, las cuales se convirtieron luego en la obra Baile Paisa, vigente en la actividad danzaria y musical de la actual Corporación Cultural Canchimalos.

Ya en la década del 90, el grupo Coreomusical Canchimalos, desde las diversas sedes en las que opera, impulsa procesos de formación de líderes y lideresas, mediante talleres de formación artística, dirigidos especialmente a niños, niñas y jóvenes. En estos primeros años, se formulan y presentan ante la diversidad de públicos obras como Mito, Juego y Realidad, con la cual se participó en el II Encuentro Regional y en el VII Departamental de Buga (Valle).

Luego, se crean Puro Juego y Ecolúdica, trabajos que recogen, en lo fundamental, la sonoridad y corporeidad de las diferentes regiones colombianas; permiten que el cuerpo de bailarines esté siempre a la búsqueda de desplazamientos, figuras, formas coreográficas; y experimentan, sobre todo, con la intención de efectuar, desde estos repertorios, una lectura de la ciudad actual.

En 1992, a raíz de haber llegado a los 500 años de tener la presencia europea en América, se formuló la obra Descubrí-Miento, llamada luego América, en la cual se cuestiona este proceso. En opinión de John Mario Lora, uno de sus alumnos más receptivos y cercanos, “esta obra permitió el trabajo colectivo y el destape de toda la innovación y creatividad del profesor”, se continuó aquí con la combinación de diversas esferas del arte, poesía, teatro, pintura, además de lo músico dancístico.

En este año, Óscar define reunir una importante cantidad de juegos para realizar la grabación de las canciones de ¡Juguemos! Cultura para la paz, básicamente con fines didácticos y no comerciales; participan Marta Valencia, Arturo Vahos (hermano) y el profesor Elkin Pérez.

En lo personal, Óscar intensifica, después de 1996, sus desplazamientos por diferentes lugares de Colombia impartiendo talleres para docentes. Cabe destacar en este punto que, ya a mediados y finales de la década del 90, existe un cambio significativo, tanto en Óscar como entre sus colaboradores más cercanos, en las concepciones que se tenían de los asuntos folclóricos, temas tan problemáticos en los años anteriores.

El contacto permanente con la ciudad, su realidad cultural, donde lo que se entendía como folclórico era y sigue siendo una corriente más entre un copioso hacer cultural, marca, de alguna manera, la orientación artística.

El grupo ya constituido en 1996 como Corporación Cultural Canchimalos, bajo la férrea orientación de Óscar Vahos, abre sus puertas a distintos espacios de capacitación en diversas áreas del arte: tertulias, talleres, conferencias.

Y programas como Ale Kumá, del Ministerio de Cultura, llamado luego Colombia Múltiple y Diversa, en donde un grupo de profesores cubanos, profesionales de la danza, capacitó al grupo Canchimalos y a otros grupos en diferentes regiones de Colombia. Múltiples aspectos artísticos se cosecharon en estas jornadas  que aportaron de manera significativa a los procesos que se venían dando y en donde se asumió el problema de la  creación dancística.

En los últimos años de la década del 90, una de las preocupaciones que tomó cuerpo en el maestro Óscar Vahos fue el saber qué era el cerebro. Del acervo bibliográfico al que se acercó, extrajo conceptos sobre los hemisferio derecho e izquierdo y cómo se interrelacionan en los procesos de aprendizaje. Del análisis referido a la danza, publicó Danza: ensayos en 1997.

En 1998, Óscar cristaliza otro libro, acompañado de grabación musical, Juguemos: cultura para la paz.

Y en 2000, publica Juguemos dos, continuación de su archivo sobre juegos infantiles tradicionales.

A finales de la década de 1990, Óscar, con la asesoría de Germán Ramírez, define que el grupo Canchimalos asuma la formación de un coro infantil porque se evidencia la necesidad de abrir semilleros. Además del Coro, la idea de la Escuela Artística Integral fue tomando forma: se imparte una formación inicial en música, danza, teatro y artes plásticas a niños entre 4 y 12 años.

Dentro de los asuntos organizativos, fue necesario entrar en las formalidades legales: el grupo Coreomusical Canchimalos pasa, en 1996, a denominarse Corporación Cultural Canchimalos; también, asume el mantenimiento de una sede artística en el barrio La América.  Como hecho inédito e insólito en Medellín, el propietario, señor Rogelio Arias, decidió construir, con su propio peculio, el teatro de la sede en donde la Corporación realizaba sus actividades culturales.

En este lugar, se prepararon diferentes proyectos que le permitieron a Canchimalos participar, entre muchos otros certámenes, en la Feria de la Colombianidad organizada por la Embajada Colombiana en Madrid (España); y, en coordinación con la Fundación BAT en su programa de Promoción de las Fiestas Colombianas, como la Feria de  las Flores, mostrar una obra artística en Bogotá.

A la  fecha de su fallecimiento en Medellín por un aneurisma, 27 de noviembre de 2004, Óscar Vahos Jiménez tenía ya diseñada una nueva obra para sus alumnos: Paz-Ciencia: la Ciencia de la Paz es el juego. En el marco de la creación dancístico-musical, plasmó su concepto de la “danza hemisferioderechista” en la práctica artística danzaria de su póstuma obra.

Y siguiendo el formato de la regionalización colombiana, a través de lo lúdico, pretendía utopizar en que, a través del juego, es posible encontrar distintas formas de paz para la vida cotidiana y trascendente.

Una multitudinaria asistencia acompañó los actos funerarios, con sentidas expresiones de dolor y de admiración por el Maestro de la Lúdica Infantil Tradicional colombiana.

  • Bailes antiguos de Antioquia: didaxis resumida”. En: Nueva Revista Colombiana de Folclor. Bogotá, vol. 07, n°. 21, 2001, p. 193-205. (Materias: Folklore-Antioquia; danzas tradicionales-Antioquia; vueltas antioqueñas (danza); bailes antiguos-Antioquia).
  • Danza: ensayos. 1. ed., Medellín: Producciones Infinito, 1 266 p. (Materias: Danzas; danza-técnicas; danzas folclóricas colombianas; danzas afrocolombianas; danzas tradicionales).
  • La danza prohibida”. En: A Contratiempo: Música y Danza (Bogotá), Vol. 03, N.° 06, Feb. 1989, p. 35-44: il. (Materias: Censura de danza folklórica; danza folclórica).
  • Juguemos: cultura para la paz. 71 juegos infantiles de Colombia. Medellín: Litoroca, 1998. 288 p. + il. + Cd-Rom. (Materias: Juegos infantiles; juegos con música-Colombia; canciones folkóricas colombianas; educación de niños; lúdica musical; Antropología-Estudios culturales).
  • Juguemos dos. Medellín: Realgráficas, 2000. 258 p.: il. + 1 Cd-Rom. (Materias: Juegos infantiles; juegos con música-Colombia; canciones folkóricas colombianas; educación de niños; lúdica musical; Antropología-Estudios culturales).

Apostilla

Aportaron datos para estas líneas biográficas: Gilma Jiménez de Vahos (madre), Rosalba Vahos Jiménez y Bernardo Vahos Jiménez (hermanos), Jesús Mejía Ossa, folclorólogo y amigo; John Mario Lora, alumno, amigo y socio de Canchimalos;  Blanca Isabel Ruiz, alumna y exbailarina de Canchimalos; y Luz Marina Jaramillo Arboleda (esposa, autora de este perfil). Adaptación para el sitio web, Alba Rocío Rojas León.

 1945 > Nace Óscar Alirio Vahos Jiménez (Barbosa, Antioquia).

1960-1962 > Estudia en el Instituto de Bellas Artes (Medellín).

1964-1966 > Presta servicio militar.

1967 > Ingresa al Grupo de Danzas del Instituto Popular de Cultura.

1970 > Maestro de danza en Imusa: Las danzas de Imusa.

1972 > Participa en el Concurso Folklórico Nacional.

1972 > Se formaliza la Escuela Popular de Arte (EPA).

1973 > Contrae nupcias con la historiadora Luz marina Jaramillo Arboleda.

1974 > Se formaliza como maestro de Danza en la EPA.

1974 > Nace su hijo Ernesto Alejandro.

1975 > Empieza a participar en eventos y festivales que se realizan en Colombia.

1975 > Clasifica los juegos infantiles en predancísticos, premusicales y preteatrales.

1976 > Crea con otras personas el Centro de Investigación de las Tradiciones Populares (Cintrapos).

1976 > Se crea el Grupo Proyección (arte, música y danza).

1977 > Recopila y clasifica, de manera sistemática, juegos tradicionales infantiles, con personas, grupos y alumnos.

1978 > Empieza la visita asidua al Carnaval del Diablo (Riosucio), Carnaval de Barranquilla y Carnaval de Negros y Blancos (Pasto) en compañía de la familia, otras personas y grupos.

1980 > Participa en el Festival de Rondas Infantiles (Armero, Tolima).

1983-1984 > Acercamientos a grupos y personas relacionadas con expresiones de músicas, sainete y danzas paisas, en Copacabana, Girardota y Barbosa.

1985 > Se forma el grupo Coreomusical Canchimalos.

1990 > Se impulsa el proceso de formación artística por el grupo Coreomusical Canchimalos.

1991 > Grabación de Puro juego y de Ecolúdica.

1992 > Creación colectiva y presentación del repertorio lúdico de la obra Descubrí-miento (o América), con motivo de los 500 años de la presencia europea en América.

199? > Creación de la obra Baile paisa.

1996 > El grupo Coreomusical Canchimalos pasa a denominarse legalmente como Corporación Cultural Canchimalos, con la dirección de Óscar Vahos.

1997 > Publicación del libro Danza: ensayos (Medellín).

1998 > Publicación del libro Juguemos: cultura para la paz + Cd-Rom con música (Medellín).

1999 > Toma forma la Escuela Artística Integral, dependiente de Canchimalos, para impartir formación artística a niños entre 4 y 12 años.

2000 > Publicación del libro Juguemos dos + Cd-Rom con música (Medellín).

2004 > Diseño de obra póstuma: Paz-ciencia: la ciencia de la paz es el juego.

2004 > Fallece el Maestro Óscar Vahos en Medellín (Antioquia, Colombia).

Medellín, 24 de mayo de 2016

Alba Rocío Rojas León